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La boda en la Quinta Monteguerra de Virginia y Diego fue una sorpresa y una alegría. Una sorpresa, primero, porque celebraron su boda en Ciudad Real e iba a ser la primera vez que recorriésemos con nuestras cámaras los fantasiosos paisajes por los que vivió aventuras Don Quijote; y una alegría inmensa, porque Virginia y Diego se convirtieron para nosotras, boda tras boda (como invitados), en una de esas parejas con las que sueñas encontrarte todos los sábados de verano disfrutando de una gran fiesta, hasta que por fin llega la suya. 


UNA BODA ROMÁNTICA EN LA QUINTA MONTEGUERRA, CIUDAD REAL


A pesar del calor de un 20 de Julio entre molinos, olivos y campos manchegos, Virginia me hizo pasar uno de los preparativos más divertidos de mi historia como fotógrafa. Me recibió con un precioso kimono de Hoss Intropia, y tras ser peinada por María Victoria de Ino Experience Art con un tocado de Luka Moon, mantuvimos una conversación sobre astrología junto a Sonia López, su maquilladora, desternillándonos las tres de risa. Creo que, como siempre hablo en las reuniones previas a la boda, es importante lograr un ambiente distendido y esa conexión especial con las parejas, sea de la forma que sea, para conseguir que las fotos sean alegres, naturales, y que realmente la persona que está frente a la cámara se pueda olvidar un poco de ese objeto, a veces incómodo, que permite congelar los recuerdos en el tiempo.


Volviendo a los detalles, Virginia completó su look de novia boho con un vestido de Clara Brea, mientras que la hija de la pareja, la pequeña gran revolución de esta historia, nos acompañó todo el tiempo y ayudó a su madre a ponerse unos zapatos preciosos de Flor de Asoka, protagonizando algunas de las fotos más tiernas que he tenido la oportunidad de inmortalizar. El ramo de margaritas y hojas de olivo, sencillo pero precioso, lo realizó El Paraíso Arte Floral.


Diego se vistió con un traje elegante y moderno de Hackett London acompañado por corbata y calcetines de Soloio (nos encanta la frescura y diversión de esta marca) y un reloj Woodenson precioso (grabado con 'Sí, quiero' y la fecha en que sorprendió a Virginia con el anillo de pedida).


La pareja hizo un encuentro previo a la ceremonia que fue muy emotivo (lloramos todos) y así evitaron invertir tiempo del cocktail en hacerse fotos a solas. Esta es una gran alternativa para bodas civiles de tarde, ya que se tiene la oportunidad de estar en todo momento con los invitados, y además es una buena manera de quitarse algunos nervios previos al gran momento. Hay gente que podría pensar que se pierde la magia o la emoción, pero la realidad es que cuando ves a toda la gente que quieres alrededor y a la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida, sólo puedes ser feliz y sentir un vuelco indescriptible en el estómago.


Así ocurrió. La ceremonia fue muy emotiva y dio paso a un cóctel amenizado por Yemayá, mientras que el Catering Grupo La Toja e INVIRPA servían el aperitivo y las bebidas, respectivamente.

El baile lo abrieron Alejandra, Virginia y Diego (de nuevo, lloramos todos), con la canción de “Pequeña Gran Revolución” de Izal, a cargo de la banda Versión 2.0, que con un directo genial y un repertorio de versiones extenso, puso punto y final a un día maravilloso en el que no faltó ningún detalle, gracias al empeño y el esfuerzo que pusieron Virginia, Diego y toda su familia en una organización de una boda DIY con muy buen gusto.

El diseño de las invitaciones lo hizo su amiga Anita Fiz (diseñadora gráfica). 


Como fotógrafa de bodas en Soria y Salamanca, ser por un día fotógrafa de bodas en Ciudad Real y conocer paisajes nuevos fue una experiencia increíble. Las casitas blancas, la gente que nos hospedó, ese azul tan hermoso y característico de puertas y ventanas… ¡Queremos volver!


Gracias, gracias y gracias a Virginia y Diego, por el lazo que creamos, por los audios un año después de la boda contándonos siempre nuestras alegrías y penas. Gracias porque me hicisteis llegar un regalo casi al fin del mundo y porque por vuestra forma de ser, os tengo presentes cada día y os espero, aquí, en Argentina, desde donde escribo ahora, hasta cuando por fin podáis hacer ese viaje prometido y aplazado y volvamos a vernos y abrazarnos.